Los hábitos son comportamientos que se realizan con frecuencia y de manera automática en respuesta a señales. Muchos investigadores han propuesto que el desempeño automático en respuesta a señales ambientales o situacionales es el ingrediente activo de la formación de hábitos. Tomando el ejemplo de lavarse las manos con jabón, las señales potenciales podrían ser la percepción de que las manos están sucias (señal ambiental) o una asociación con una acción particular (señal situacional), como alimentar a un bebé o salir del baño después de defecar. El hábito de lavarse las manos se forma cuando una persona se lava las manos de manera automática en respuesta a estas señales. Una evaluación de promoción de la higiene (HP) debe tratar de identificar las señales que se pueden utilizar para apoyar un cambio de comportamiento sostenido. Hay dos desafíos principales que enfrenta la HP en la promoción de la formación de hábitos. En primer lugar, puede haber hábitos existentes que entren en conflicto con los nuevos hábitos, por ejemplo, una persona puede volver a realizar directamente tareas domésticas después de usar el baño, sin lavarse las manos. O una persona puede lavarse las manos siempre que sea el momento de alimentar al bebé, pero sin jabón. En tales situaciones, es esencial eliminar o cambiar las señales que desencadenan el viejo hábito no deseado. Pequeñas modificaciones en el entorno, como un recordatorio para lavarse las manos al salir del baño o una jabonera o un espejo sobre un lavabo, pueden servir como señales para el nuevo comportamiento deseado y ayudar a fomentarlo. Las alteraciones importantes en el entorno durante una emergencia pueden eliminar las señales existentes; también la construcción de una nueva letrina, una mudanza o los cambios asociados con las estaciones. El segundo desafío es que la formación de hábitos requiere un entorno estable y tiempo suficiente (hasta varias semanas para un comportamiento que se realiza a diario). Se necesita un entorno estable porque las señales deben ser las mismas a lo largo del tiempo para desencadenar de manera automática el comportamiento deseado. El tiempo es necesario porque la ejecución del comportamiento en respuesta a la señal necesita muchas repeticiones para volverse automático. Por lo tanto, no siempre es posible alterar las señales existentes o establecer otras nuevas. En tales situaciones, el autocontrol, que requiere un esfuerzo considerable, podría ser la única estrategia disponible para crear un nuevo hábito. Facilitar el apoyo de otros T.46 puede ser una forma importante de apoyar el autocontrol de una persona en tales situaciones. Las Recompensas e Incentivos T.40 también pueden ser eficaces, porque compensan a los participantes por el esfuerzo cognitivo adicional requerido para el autocontrol. Las emergencias brindan oportunidades y amenazas para la formación de hábitos. Por un lado, los hábitos existentes ya están alterados: las personas han sido desplazadas, viven en un nuevo entorno social y se ven obligadas a cambiar o modificar sus actividades cotidianas habituales. Esto puede hacer que la formación de nuevos hábitos sea mucho más fácil. Por otro lado, el entorno puede seguir siendo volátil, impidiendo que se establezcan nuevos hábitos.
Utilizar los cambios en el contexto para apoyar el cambio de comportamiento: es probable que los cambios de contexto, como los cambios estacionales, el matrimonio, la enfermedad y la construcción de grandes infraestructuras o el desplazamiento hayan alterado los hábitos existentes. Alinear las intervenciones de cambio de comportamiento con estas alteraciones puede facilitar que las personas establezcan nuevos hábitos.
Aprovechar los comportamientos existentes: el comportamiento recién promovido puede agregarse como un complemento de las actividades que ya se realizan. Por ejemplo, si las personas ya almacenan agua potable designada en un lugar en particular, la colocación de tabletas de cloro en un lugar visible cercano puede incitar a las personas a clorar el agua inmediatamente después de la recolección.
Agregar fricción al comportamiento no deseado: debilitar los hábitos existentes reestructurando el entorno para separar el buen desempeño de los comportamientos no deseados, haciéndolos más difíciles de realizar y creando una oportunidad para establecer otros nuevos. Por ejemplo, retirar los recipientes para beber del lugar donde se almacena el agua no potable y ubicarlos exclusivamente donde se almacena el agua segura puede alterar el hábito existente de consumir agua potable no segura y fomentar un nuevo hábito de consumo de agua segura.
Apuntar y planificar actividades específicas para cambiar el comportamiento: el comportamiento deseado debe realizarse repetidas veces en respuesta a la misma situación para convertirse en un hábito. La planificación debe especificar la situación exacta (por ejemplo, tratamiento de agua para uso doméstico), cuándo ocurre y dónde y cómo tener el comportamiento deseado. Por ejemplo, se podría utilizar un tipo de planificación denominada Planificación de Rutinas T.42 diarias para promover la cloración doméstica. Se le pediría a la persona que planifique exactamente cuándo (¿cuánto tiempo antes de beber?), dónde (¿qué recipiente de agua?) y cómo (¿dosis?) tomaría los pasos específicos para clorar el agua en el transcurso de su vida diaria.
Fomentar el (auto)monitoreo del comportamiento: para cambiar con éxito el comportamiento y evitar volver a caer en viejos hábitos contradictorios, es posible que los participantes necesiten monitorearse a sí mismos. Esto es particularmente relevante si no se pueden eliminar las señales de hábitos conflictivos. El automonitoreo se puede lograr invitando a los participantes a registrar su comportamiento. Por ejemplo, los participantes pueden marcar en un cuadro cada vez que cloran el agua.
Usar ayudas para la memoria e indicaciones ambientales: las ayudas para la memoria pueden recordarles a las personas el comportamiento deseado en situaciones en las que corren el riesgo de recaer en los viejos hábitos. Por ejemplo, un cartel recordatorio colocado donde se almacenan los recipientes de recolección de agua podría recordarles a los participantes que recolecten agua de una fuente segura. Del mismo modo, publicar un plan de acción para la cloración en la pared podría servir como un aviso ambiental eficaz.
Usar los conceptos de señales y formación de hábitos para incentivar un cambio de comportamiento exitoso y sostenible.
La formación de hábitos es importante para que el cambio de comportamiento se mantenga en el tiempo. Aunque este puede no ser el objetivo principal en la fase aguda de una emergencia, la comunicación para el cambio de comportamiento debe ayudar a las personas a crear conductas de higiene habituales.
El establecimiento de hábitos requiere que el desempeño del comportamiento esté vinculado a señales ambientales específicas; estas son situaciones o sensaciones en las rutinas diarias de una persona.
Señales, como huellas en el suelo entre una letrina y una estación de lavado de manos visible, pueden desencadenar conductas de higiene incluso si aún no se han vuelto rutinarios. Estas señales a menudo se denominan “Empujones” T.9.
Los hábitos existentes de comportamientos anteriores pueden entrar en conflicto con los nuevos hábitos, poniendo en peligro el éxito de las intervenciones de cambio de comportamiento si no se abordan.
Mosler, H., Contzen, N. (2016): Systematic Behavior Change in Water, Sanitation and Hygiene. A Practical Guide Using the RANAS Approach Version 1.0
Neal, D., Vujcic, J. et al. (2016): Nudging and Habit Change for Open Defecation: New Tactics from Behavioral Science, WSP World Bank
Global Handwashing Partnership (2017): FAQ: Using Nudges to Encourage Handwashing with Soap
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