Una comunidad es un grupo de personas que comparten algo en común. En una emergencia, esto puede ser el lugar en donde viven o la experiencia del desastre en sí, pero es posible que las personas tengan muy poco más en común. Es importante no asumir que una “comunidad” es un grupo homogéneo que pensará y actuará de la misma manera o que incluso compartirá un objetivo común. Las respuestas de emergencia podrían tener que dirigirse tanto a la comunidad desplazada como a la comunidad receptora, que tienen características muy diferentes. Como resultado de la emergencia, y en el transcurso de la intervención de WASH, los lazos entre comunidades pueden fortalecerse (o debilitarse). Las nuevas comunidades con un interés compartido pueden apoyarse para que crezcan y se desarrollen, por ejemplo, mediante clubes F.1 o comités T.55. En áreas urbanas, los enlaces comunes entre personas pueden ser más débiles que en áreas más rurales y más pequeñas porque las personas suelen tener diferentes orígenes sociales. Para que los grupos y redes sobrevivan en situaciones en las que los lazos entre vecinos no son sólidos, es posible que necesiten un apoyo significativo. Conceptualizar la interacción y la participación como pasos en un continuo es útil ya que permite que se identifique el nivel actual de intervención y cómo puede hacerse un progreso hacia el empoderamiento. En muchas emergencias, especialmente durante la fase de respuesta aguda, la no participación y la participación simbólica todavía predominan, y las comunidades afectadas son tratadas como receptoras pasivas de la asistencia. También puede argumentarse que la urgencia de una emergencia aguda dicta un nivel apropiadamente menor de participación. La participación significativa es dinámica y solo se logra cuando las personas y las comunidades están involucradas en el proceso de toma de decisiones. Hay diversos modelos de interacción y participación comunitaria, y la mayoría hace referencia a diferentes niveles de interacción. Un ejemplo es la figura, que describe cinco niveles diferentes, con frecuencia denominados como los niveles de participación: informar, consultar, involucrar, colaborar y empoderar. Al comienzo de una emergencia, las personas necesitan información vital sobre cómo protegerse y dónde obtener ayuda (informar). Sin embargo, siempre hay tiempo de preguntarles a las personas qué necesitan y, a medida que pasa el tiempo, esta consulta debería ampliarse y profundizarse para ayudar a dar forma a las actividades del programa de WASH (consultar). Incluso al inicio de una emergencia, habrá oportunidades para involucrar a las personas en la toma de decisiones sobre, por ejemplo, el diseño de las instalaciones y brindar opiniones sobre el programa (involucrar). A medida que las comunidades comienzan a organizarse, pueden elegir colaborar con el personal de respuesta, tomar la iniciativa y proponer mejoras (colaborar). El empoderamiento suele verse como el nivel más alto y conlleva que las comunidades trabajen colectivamente para obtener control sobre sus vidas y tomar decisiones. Algunos modelos más recientes hacen referencia a un nivel más allá de este que describe el reconocimiento por parte de las personas de la importancia del apoyo de otros; aunque están en control, pueden elegir incorporar apoyo y asesoramiento externos. El empoderamiento involucra necesariamente cambios en las dinámicas de poder. Las personas que tienen poder pueden renunciar a él y dárselo a personas con menos poder, o devolverles el poder a las personas, generando en definitiva una sociedad más equitativa. Sin embargo, no se les puede imponer el empoderamiento a las personas: necesitan aceptarlo voluntariamente. Algunas personas pueden elegir no participar, y puede haber numerosos motivos para esto, como por ejemplo la falta de confianza, motivación u oportunidad, el miedo o las presiones de la familia y el trabajo, entre otros.
Identificar formas de fortalecer la participación de diferentes grupos de la comunidad y entender los motivos por los que las personas tal vez no puedan o no quieran participar.
Buscar oportunidades para traspasar el control a las comunidades afectadas durante toda la respuesta.
Recordar que el promotor de higiene debería estar habilitando la acción y el cambio en lugar de estar imponiéndoles a las personas decisiones y programas predeterminados.
Colaborar con otros miembros del equipo de WASH y otros sectores para fortalecer la participación en la respuesta en su totalidad.
Involucrar activamente y empoderar a las comunidades para retomar el control sobre sus vidas y permitir su participación en las decisiones que las afectarán.
El nivel de participación de las personas dependerá de su motivación y capacidad para interactuar, además de las oportunidades que reciban para participar.
La población afectada por la crisis no será toda igual, y es fundamental entender las diferencias que existen y los factores que separan y unen a las personas.
No todos querrán participar y, en una emergencia, muchas personas estarán afrontando el duelo y el trauma; los promotores de higiene necesitan ser sensibles a esto.
Un rol clave del promotor de higiene es ayudar a fortalecer los lazos de la comunidad de modo que la población afectada pueda colaborar en la respuesta de emergencia o liderarla en colaboración con equipos de respuesta.
WHO (2020): Community Engagement: A Health Promotion Guide for Universal Health Coverage in the Hands of the People
WHO (2021): Voice, Agency, Empowerment. Handbook on Social Participation for Universal Health Coverage
Oxfam (undated): Community Engagement in Humanitarian WASH Responses
Brown, D., Donini, A. et al. (2014): Engagement of Crisis-Affected People in Humanitarian Action. Background Paper ALNAP 29th Annual Meeting 11-12 March 2014, Addis Ababa, ALNAP, ODI
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